sábado, enero 06, 2007

Año nuevo, raza vieja


Llevo días esperando la iluminación divina que me permita escribir algo en honor al año que acaba de comenzar. No, la inspiración aún no llega, pero creo que hay algo a lo que vale la pena dedicarle este post nuevoañero recontra atrasado. Así que, ahí vamos.

Hace un tiempo me reencontré con uno de mis mejores amigos, luego de un largo viaje que él emprendió (con súbito e inesperado retorno), y una de las cosas que me dijo y que recordaré como uno de los regalos del 2006 fue "Me sorprende haber encontrado tanta gente conforme con lo que no le gusta". Ese día entendí que vivimos en medio de una rutinaria y encaletada competencia. Una tonta carrera que nos acostumbró a convivir con una presión subconsciente. La presión de ser mejores, pero no mejores en nosotros mismos, sino mejores que el resto.

Lo más increíble de todo es que esa presión ni siquiera viene de las cosas que nos rodean, sino de las que aún no tenemos, de las que aún no somos y de las que, en teoría, queremos ser. Pensamos en la plata que ganamos, en el aumento, en el ascenso y en llegar a Gerente. Pensamos en encontrar a alguien, en casarnos, en los hijos y hasta en los nietos. Pensamos en el carro, en el depa y en la casa. Pensamos en ingresar a la universidad, en terminarla, en el título, en la maestría, en el extranjero y en lo que sigue. Pensamos obsesiva y caletamente en eso, en "qué es lo que sigue", sin detenernos a pensar qué es lo que somos, qué es lo que queremos ser y, mucho menos, en si todo eso nos hace felices. Vivimos inmersos en una carrera en la que solemos hacer las cosas por no quedarnos atrás. Una carrera en la que postulamos a la universidad porque todo el mundo lo hace, hacemos una maestría porque todo el mundo lo hace, trabajamos en una gran empresa porque todo el mundo lo hace y hasta nos casamos por la misma razón. Todo porque se supone que en la meta nos esperan el carro, la casa, la esposa, los hijos y ese simpático complemento al que llamamos felicidad. Una carrera hacia la estabilidad social que muchas veces nos hace olvidar que la estabilidad más importante es la que conseguimos cuando alcanzamos la paz con nosotros mismos.

Por eso, este es mi deseo para todos en el año que recién comienza: Dejemos de correr. Detengámonos en el lugar en el que estamos parados hoy, disfutémoslo y aprovechémoslo, porque no se va a repetir. Todo momento es idóneo para ordenar las cosas y hacer que ese simpático complemento pase al primer lugar de nuestra lista. Y recuerden que para llegar a China el pasaje es lo de menos. Sólo tienen que ir a La Punta, conversar con la gente de algún barco carguero y ofrecerse como limpia baños. El poder para hacer realidad nuestros sueños casi siempre se esconde en nuestra propia determinación para creer que todo es posible. Detengámonos y asegurémonos de estar en el camino correcto.

Que este año la paz y los éxitos se conviertan en los protagonistas principales de sus vidas.

Un fuerte abrazo para todos.